martes, 7 de octubre de 2008

SORPRENDIDO ESPIANDO

Era una tarde de un día cualquiera en la que estaba solo en casa, yo me encontraba viendo la televisión, pero sin mucha atención, de repente, sonaron los carretes que contienen las cuerdas del tendedero. Rápidamente se me vino a la mente la imagen de mi vecina de enfrente.Yo por aquel entonces solo contaba con unos 18 años, pero algo en mi interior se encendió y se mostró de una forma sugerente. Se me ocurrió ir a la habitación que daba al patio interior y la persiana estaba casi bajada, pero no completamente, y así, la observé, no encendí ninguna luz, no fuera a ser descubierto. Y allí estaba ella, una mujer de unos 38-40 años, algo gordita, pero de pechos y labios sugerentes, estaba recogiendo la ropa ya seca. Me quedé completamente extasiado mirándola, la garganta se me quedó seca. Tenía miedo por ser descubierto, pero era mayor las ganas de observarla, el cordel estaba más bajo que la ventana y se tenía que agachar bastante para recoger la ropa, en ese instante observé sus agraciados pechos por la abertura de su camisa, el canalillo era más que sugerente, no llevaba sujetador y por eso cada vez que se agachaba sus pechos se movían insinuantes hacia un lado y otro, con la contradicción de su cadena de oro que se hundía entre ellos.Me imaginé en esos instantes saboreándolos y apretarlos con mis manos, con delicadeza, pero con firmeza. Nunca se me había ocurrido espiar a nadie y aquello comenzaba a gustarme y mucho. Seguía con mis imaginaciones, pues los tres primeros botones de la camisa los tenía desabrochados, y me permitían continuar con mis sueños, me llevé la mano al bulto que afloraba entre mis piernas y desabroché mi pantalón, sin perder un instante de vista a mi maravillosa vecina.Y comencé a masajearme con las manos, pero para mí eran sus pechos enormes que con ese vaivén me acariciaban mi miembro, con esa piel tan delicada y caliente que tienen los pechos.Ella se colocaba de vez en cuando la camisa como dándoselas de recatada y no se imaginaba que yo, el vecino de enfrente me la estaba meneando a su salud. Seguí con aquella idea de que aquellos pechos rodeaban mi sexo y se movían acompasados y con tal presión que podía estallar en cualquier instante. Le quedaba poca ropa por recoger y debía darme prisa pues no quería que se fuese sin su regalo.Totalmente excitado y acalorado sentí que me venía y no pude remediarlo y con el primer chorro solté un grito ahogado de placer, pero no lo suficientemente ahogado, pues instintivamente me escondí. Miré de reojo por si había sido descubierto, y vi a mi vecina mirando para un lado y otro, y hacia mi ventana, creo que no me vio, pero no estaba seguro. Me había corrido de gusto, pero había llenado todo el suelo. Mientras me dirigía hacia el baño, sonó el timbre de la puerta, me coloqué el pantalón tras limpiarme bien. Fui a abrir la puerta y allí estaba ella, con su misma camisa y sus prominentes y sugerentes pechos. Yo aún estaba colorado y no articulé palabra; ella me miró completamente y se fijó en la bragueta, y me dijo: ¿está tu madre en casa? Yo le contesté que acababa de salir para la oficina y que llegaría tarde, ¿desea que le diga algo? Le pregunté. Ella me sonrió y me dijo: ¿qué estás solito? Me dijo de nuevo mirándome la bragueta. Me miré de reojo y aquello no bajaba, la miré a ella y de su camisa aparecieron 2 bultos bastantes prominentes bajo su sonrisa burlona, en aquel preciso instante me di cuenta que me había descubierto, y creo que le gustaba.Se adelantó un par de pasos hasta entrar en mi casa y cerró la puerta tras de sí, diciéndome: ¿sabes que eres muy mayorcito para espiar?, se acercó a mí y me cogió la mano, y me volvió a decir: ¿lo sabes? Yo le dije que sí con un movimiento corto de cabeza pues no quería perder la vista de sus maravillosos pechos, y me dijo: me has hecho sentir como hacía tiempo. Y se llevó mi mano hacia uno de sus pechos. Yo no sabía que hacer y lo pr
imero que se me ocurrió fue alargar la otra mano para cerrar el cerrojo de la puerta. Ella se quedó atónita, como diciendo: este no me va a dejar ir hasta darle lo que se merece. Cuando alejaba la mano también me la agarró y me la puso en su otro pecho, y con sus ojos me dijo sí.Comencé a masajearle los pechos como imaginaba, eran grandes, pero yo quería sentir su piel y le insinué que se quitase la camisa, se la quitó y pude ver aquellos espléndidos pechos, grandes, la piel tersa y sus pezones grandes y duros de un color moreno. Quería y necesitaba probarlos y sin mediar palabra me acerqué a ellos lentamente y fui saboreándolos uno a uno y su olor era dulce y cálido, pasaba mi lengua por el exterior y haciendo un recorrido con mi saliva, llegué a los ansiados pezones, en ese instante, ella me miraba, pero ya no había echado la cabeza hacia atrás y se mordía los labios.Un gemido soltó, ¡ahhhhhh! ¡Así se hace, sigue, sigue! Me susurraba al oído. Haciendo círculos me abrazaba los cabellos y me acariciaba la cabeza, me apretaba contra sus pechos, yo a esto le daba mordisquitos en sus pezones, cosa que agradeció cogiéndome el paquete, y me bajó la cremallera lentamente, sacándome mi verga ya durísima. Con sus manos iba acariciándome y sus uñas largas y de color rojo pasión las usaba para darme gusto en los huevos, yo le seguía regalando chupetones entre sus pechos, el canalillo lo recorría con mi lengua como si fuese mi verga, húmeda y caliente, por los pechos que imaginé que me corría. Su mano continuó masajeándome y yo disfrutaba con cada caricia. Se dirigió hacia el salón sin soltar un instante mi miembro, se sentó en una silla y dirigió mi mano a su falda y luego me colocó de rodillas. Me propuso que entrase entre sus piernas y falda y que llegase hasta el final.Me arrodillé y dirigí mi cara hacia allá, yo quería probarla por todos su poros y ella también lo quería. Llegué a una zona húmeda y saqué mi lengua ya experta, no había pelos por ninguna parte y sentía algo duro, y muy húmedo. Al succionar dio un respingo y posteriormente un gemido y ahí comencé a chupar y lamer con más rapidez. Ella estaba como ida y apretaba mi cabeza y arañaba mi espalda, mientras con mi lengua recorría sus labios y los chupaba me decía: ¡que me vengo, que me vengo! Y entonces noté un chorro que me recorría la lengua y la barbilla. Me sacó como pudo y me dio un besazo para limpiarme completamente. En ese instante me propuso: súbete aquí de espaldas. Ahora te toca a ti, cosa que hice de inmediato.Me comenzó a chupar los huevos y a masajearme la verga con esas manos que tanto me gustaban, de repente, sentí como dirigía mi verga hacia atrás creía que me la iba a romper, pero antes de darme cuenta se la metió entera en la boca, desde esta posición veía sus grandes y deliciosos pechos. Mientras chupaba en cada embestida me daba con su nariz en mis huevos cosa que me gustaba.Volvió a deleitarse con mis huevos y llegó a meterse los dos en la boca, que maravillas me hacía sentir, esa mujer sabía lo que hacía y estaba desasistida. A veces parecía que me iba a caer de la silla, paró un momento y su lengua comenzó a recorrerme los glúteos y los huevos, y la verga la lamió lentamente, y tras esto subió de nuevo y me lamió el ano, y luego comenzó a introducir la lengua, era una sensación que sin parar de masajearme la verga, me parecía ser mejor que las anteriores.Me giró en un instante y se la metió entera en la boca, su lengua hacía maravillas con mi glande, incluso metía su lengua por dentro, eso estaba destrozándome pues sentía una presión que no podía soportar, me iba a correr. Sentí uno de sus dedos entrando por mi culo, y aquello no hizo más que hacerme sentir que me venía más rápido, siguió chupando, lamiendo con más avidez que en el preciso momento que sacó su dedo, comencé a soltar chorros de semen por todos lados, su cara sus pechos, su pelo... me la agarró fuertemente pues no quería desperdiciar ni una gota, siguió chupando hasta que ya no solté ni una gota más. Con sus manos se restregó la cara y se las lamió.

La hermana de mi amigo

Esto sucedió hace ya 15 años: yo tenía 25 y ella 36. Era (es) la hermana de mi mejor amigo, conocida de más de 12 años y con muchísima confianza mutua. Ella separada desde hacía casi 10 años.Mi amigo abre un café-bar y ella (vamos a llamarla Elsa) lo ayudaba a atender. Como ya dije yo soy muy amigo de ambos y de su familia, así es que a la noche, terminadas mis "andanzas" me iba para el bar a tomar algo y a hacerles compañía a quien fuera que le hubiera tocado en suerte quedarse hasta cerrar.Las bromas de tenor sexual eran muy habituales entre nosotros, pero también las charlas de tono íntimo. Elsa me confesó que, por ser criada por sus padres con aquel concepto de que la mujer sólo cocina, lava, cría a los hijos y satisface todas las demandas de su marido que "es el que trae la plata a casa", su vida sexual prácticamente no existió. Estaba totalmente convencida que nunca tuvo y nunca tendría un orgasmo. Lo consideraba un mito de sus amigas y conocidas. No sabía lo que era una calentura. Nunca se excitó por una caricia o un beso. En síntesis se consideraba la mujer más fría que podría existir. El sexo no le interesaba ni siquiera como curiosidad. Una de esas noches de bohemia, charlando nuevamente este tema entre nosotros dos, yo le dije:- Lo que pasa es que nunca te cogieron bien. - ¿Y que es ser bien cogida? - Y... ¡que te dejen temblando las piernas y con ganas de más! - No. La verdad es que nunca me pasó eso... - Si yo te agarro...- fue mi amenaza. - Ya te dije que no siento nada - fue su respuesta. - Te repito: nunca "supieron" hacerte sentir...La charla quedó en eso.Noches después, en tono de broma, surgió nuevamente el tema: esta vez llegó porque me comentó que ella nunca había conocido un Motel, un hotel alojamiento por horas, que era el lugar que más utilizábamos en esa época para poder coger.- ¿En serio?- le pregunté. - De verdad - me aseguró ella- Para que iba a gastar plata en un hotel si para mí era lo mismo que me cogieran en cualquier lado: no sentía nada. - Bueno: esta noche, cuando te lleve a tu casa, antes te voy hacer conocer uno- le prometí - Bueno...- aceptó ella, como una de las tantas jodas divertidas que hacíamos entre nosotrosLa cuestión es que ninguno de los dos tenía otra intención que pasara de eso: una diversión, entrar y salir de la cochera del motel en cuestión. Cerramos el bar. Subimos a mi auto y allá partimos, entre risas de las anécdotas provocadas por los parroquianos de esa noche. Al acercarnos al motel, recordé la promesa. Puse el guiño del auto y comencé a doblar, encarando la entrada del motel, entre la risa de ambos.Al estacionar en la cochera que me fuera indicada, paré el motor del auto y le propuse tomarnos el ultimo trago en la habitación, para que ella conociera el interior. Elsa aceptó de buen grado, sobre todo apoyándose en su teoría de que ningún hombre podría hacerle sentir absolutamente nada.Entramos y luego de pasar varios minutos divirtiéndonos con todas las boludeces que por lo general tienen estos lugares nos tiramos en la cama a tomar nuestros tragos y a charlar un rato. Entrando ya en la intimidad le pregunté cuál era su punto G. Ella se sorprendió por la pregunta. No sabía que era y mucho menos que tuviera un punto G. Le expliqué lo mejor que pude que era eso luego de lo cual a ella no le quedó ningún tipo de dudas: No tenía un punto G, aseguró decididamente.- Es imposible - dije yo. - Me toquen donde me toquen, no me provoca nada, salvo cosquillas - me dijo. - No lo puedo creer. Cerrá los ojos - le pedí. - ¿Qué querés hacer, loco de mierda? - se asustó ella. - No seas boluda. Confiá en mí. Tengo que comprobar que es así.Elsa cerró lentamente los ojos. Le pedí que se relajara. Que pusiera sus brazos a lo largo de su cuerpo y se relajara. Así lo hizo. Yo me le acerqué a la cara lo más que pude sin tocarla: solo respirándole un poco más fuerte de lo normal, que ella sintiera el aire. En su rostro y en su cuello no sentí que su cuerpo diera ninguna reacción. Por ello seguí con mi exploración. Llegué a sus brazos que estaban desnudos y tampoco pasó nada. Pero al llegar a sus manos sentí que su cuerpo se tensaba todo. Se sentó con tal violencia en la cama que casi me golpea. Estaba desencajada de miedo.- ¿Que fue eso? - preguntó... - Ya ves que siempre existe algo que nos dispara los botones. Solo hay que saber buscar... acostate de nuevo. - ¡NO!- me dijo asustada en serio. - Acostate que no te voy a hacer nada...Con mucho recelo y muy lentamente se recostó nuevamente. Le obligué a cerrar los ojos. Volví a sus hombros y recomencé mi camino hacia las manos. Ya en la altura del antebrazo sentí que comenzaba a tensarse. Al llegar a sus manos las cerró fuertemente en forma de puño. Yo me había sentado sobre sus piernas, así es que, lentamente, comencé a cruzar de un lado de su cuerpo al otro en búsqueda de su otra mano. Al pasar por su vientre hubo otra convulsión: ya teníamos dos lugares: las manos y el vientre Me paré de golpe al pie de la cama y me quedé mirándola. Le sople los ojos y, sobresaltada, los abrió. Se quedo mirándome con una mueca de real miedo.- Nunca sentí lo que sentí ahora - me aseguró. - ¿Y que fue? - No estoy muy segura pero era como cosquillas por dentro del vientre.Yo me convencí que en años de noviazgo y matrimonio, su pareja nunca se detuvo a "jugar" con ella: iba, cogía, acababa y listo. Para que perder tiempo. Por eso ella estaba tan convencida que nunca sentiría nada.- Bueno... de aquí en más ya es más peligroso el jueguito. ¿Te animas a descubrirte? - le pregunté. - No sé - me dijo. - Realmente me da miedo. - OK. Yo empiezo y vos me decís cuando parar... ¿querés?Luego de dudar bastante, se recostó nuevamente y sola cerró los ojos. Fui directamente a sus manos. Le obligué a abrirlas y le besé la palma de la mano. El quejido que lanzó me avisó que ya no había barreras. Le empecé a chupar los dedos uno por uno mientras ella forcejeaba para retirarlos de mi boca. Siempre con los ojos cerrados y la boca apretada. Había cruzado sus piernas y veía como las restregaba. Entonces metí una mano bajo su camisa y comencé a acariciarle el vientre.No miento si digo que saltó sobre la cama literalmente. Con los ojos bien abiertos y una respiración casi de asmática, quedó dura. Lentamente, aun asustada, metió su mano por debajo de su pantalón y se tocó la concha. Sacó la mano y estaba empapada, como si la hubiera metido bajo una canilla. La miraba sin poder creer.- ¿Eso es un orgasmo? - me preguntó. - No tengo ni idea - le dije - ningún orgasmo es similar a otro. Puede serlo. No sé. ¿Querés comprobarlo? Acostate de nuevoYa mucho más relajada se dejó caer de espalda en la cama. Nuevamente me puse a horcajadas sobre sus piernas y volví a acariciarle el vientre y ahora se lo besé, pasándole la lengua desde el corpiño hasta el primer botón del cierre del pantalón. Se retorcía y apretaba fuertemente los labios. Besé sus pezones por sobre el corpiño y luego los busqué con la lengua por debajo de este. tenía unos pechos pequeños pero unos pezones que, erectos, eran inigualables. Le desprendí el corpiño y comencé a chuparle y morderle, cada vez con más violencia, sus pechos. Ahí tuvo la segunda convulsión fuerte. (¡Vaya sorpresa para ambos! De creerse toda la vida anorgásmica pasó a saberse multiorgásmica en cuestión de poco tiempo.) Se "desparramó" en la cama. Me recosté a su lado y me quedé allí, acariciándole la cabeza.Cuando se recuperó, me besó largamente y luego recostó su cabeza sobre mi pecho. Tomé su mano nuevamente y le volví a besar su palma. Con agrado sentí que su cuerpo se tensaba nuevamente. Le llevé la mano hacia mi pija que estaba al palo desde el principio. Ella me acarició por arriba del pantalón. Me bajé el cierre y lo dejé libre al fin. Ella lo acarició muy despacio y yo le empujé la cabeza hacia abajo, dándole una clara señal de lo que quería.Comenzó con suaves besos en la base de mi pija y en mis bolas y poco a poco fue subiendo hasta llegar a la cabeza roja y turgente. Abrió un poquito su boca y me lo besó. Pasó su lengua por toda la cabeza y sentí que su mano comenzaba a apretármelo casi al limite del dolor. Ahí fue cuando abrió bien la boca y se metió toda la pija adentro y me pegó la mejor chupada que me hubieran hecho hasta ese momento. Casi se ahoga con la cantidad de leche que le largué en la boca, pero luego de recuperarse, siguió chupándola con una dulzura y un cuidado que me hizo volver a calentarme...