miércoles, 30 de septiembre de 2009


Regreso a casa


Por razones de trabajo, había estado ausente de mi hogar por dos meses. Durante ese tiempo, me había mantenido fiel; resistiendo las tentaciones que la vida me presentaba. No podía esperar mi regreso a casa; hacer el amor de nuevo con ella. No niego que en varias ocasiones llegue a hacerme una buena paja mientras veía alguna película porno, o fantaseando con el culo de mi mujer.

Mi esposa es una mujer de cuerpo no escultural, pero si bien proporcionado. Su torso es adornado por un par de tetas redonditas y con pezones que, en forma natural, apuntan hacia el frente. Este par de tetas, cuando aprisionadas por un bra, se encierran en su celda tamaño 36C. Perfectas para el abarque de mis manos. Sus caderas son de mujer madura. Nacen de una cintura de curva, y terminan en unas nalgas que, posiblemente sean su mejor atracción.

El culo de mi mujer esta formado por un par de nalgas que son medianas de tamaño. Lucen maravillosas, sin importar que prenda las cubran; un bikini, un panti estilo francés, o una tanga que les de una liberación parcial. Cuando en cueros, lucen aun mejor. Son macizas y redondas; el tipo de nalgas que invitan a que mis manos jueguen con ellas cada vez que nos abrazamos.

Este día, me recogió en el aeropuerto. Lucia una falda que daba realce a sus muslos bien torneados. La falda, por su tamaño, seguramente dejaría verle el culo si se llegara a agachar, aun un poco. La blusa blanca que llevaba puesta era de seda y de un escote pronunciado. La suavidad de la tela colgaba de sus pezones erguidos como si fueran cascadas.

Al verla, corrí hacia ella y ella hacia mí. Nos fundimos en un beso, dejando que nuestras lenguas jugaran entre si por algunos instantes. Nos abrazamos mientras el beso terminaba y, al abrir los ojos, note como varias mujeres que, seguramente estaban allí esperando el arribo de un amante, amigo, o familiar, nos veían con aprobación y, tal vez, celo. Una de ellas me guiño el ojo mientras daba su aprobación a nuestro encuentro, a la vez que en su cara de dibujaba una picara sonrisa.

Subimos mi maleta al auto y nos dirigimos a la carretera que nos llevaría a casa. Durante el trayecto de aproximadamente 30 minutos, recargo su cabeza en mi hombro mientras nos poníamos al corriente de los asuntos caseros. Eso si, mientras charlábamos, mi mano llego a su muslo y se deslizo hasta topar con su panty. Era de encaje, y esto me encantaba pues daba una textura especial al roce de mi mano. Se que al frotarlo sobre su panocha que ya estaba un tanto húmeda, ella también sentía la textura del encaje frotando sobre su raja. Su mano derecha también sobaba mi verga por sobre el pantalón. Mi palo ya reaccionaba y se poni al orden.

De repente, llegábamos a casa. Al entrar, me pregunto que si quería un baño antes de cenar. Le dije que si. Me pidió que sirviera unas copas de vino mientras ella me preparaba el baño. Subí a la recamara con dos copas y una botella de vino rojo. Al entrar, vi que la cama estaba adornada con pétalos de rosas. Por todos lados había veladoras que emitían una luz suave y danzante que creaban un ambiente bastante romántico. Al dar vuelta por el pasillo que conducía al baño, oí el agua de la bañera corriendo. Al llegar a esta, vi a mi esposa sumergida bajo una capa de burbujas de jabón. Solo podía ver la parte superior de sus pechos que ya me invitaban a acariciarlos.

Puse las copas al borde de la bañera y me desvestí. Mi verga estaba en proceso de crecimiento. Aun no llegaba a estar tan dura como debía pero poco faltaba para que allí llegara. Mi esposa tomo una copa de vino y se la llevo a los labios. Tomo de ella en forma sensual mientras me miraba la verga, esperando que esta estuviera ya en sus manos.

Me introduje en la bañera y me senté frente a ella. Me deslice para meter mi cabeza en el agua por completo. Al hacer esto, ella aprovecho para tomar mi verga en su mano libre y comenzar un masaje suave y lento. Al sacar mi cabeza del agua y quitarme esta de mis ojos, vi como sus labios dibujaban una sonrisa que me decía que los próximos minutos serian de esos que no se olvidan por mucho tiempo.

Tome mi copa y la acerque a la suya. El sonido de las copas al chocar entre si anunciaba una sesión de amor que, seguramente, seria memorable. Tomamos un trago y dejamos nuestras copas al borde de la bañera. Tome las manos de mi esposa y la acerque a mí. Le di vuelta de manera que su espalda estaba recargada en mi pecho, sentada ella entre mis piernas. Comencé a besar su cuello. Con mis manos apreté sus tetas.

El jabón permitía que masajeara con facilidad sus tetas y pezones ya duros. A estos les daba apretones y pellizcos haciendo que ella soltara pequeños gemidos de placer. Mis acciones hacían que su piel se erizara, dándole escalofrió. Al tiempo que mi mano izquierda jugaba con una de sus gemelas, mi mano derecha deslizo en forma lenta por su vientre. Acariciaba cada centímetro de su piel haciendo que ella se estremeciera. Finalmente llego mi mano a su monte de Venus. Note que se había depilado, dejando solo un poco de bello para adornar el área. El bello que allí encontraron mis dedos era apenas una tirita que bajaba en forma vertical hasta llegar al borde de su clítoris.

Mis besos sobre su cuello, el masaje de sus tetas y las caricias a su vientre fueros suficientes para que ella emitiera ya bastantes gemidos.

  • Ahhhhh. Ya extrañaba tus manos sobre mí. Mmmmmm No pares, sigue, sigue…
  • Yo te extrañaba mucho también. Relájate y disfruta.

Debo decir que no era ella la única que disfrutaba de esta situación. Sus manos jugaban también con mi verga por debajo del agua. Daba atención al palo igual que a mis huevos. Sentir sus manos sobre mi hacia que yo también sintiera un gran placer.

Mi mano derecha llego a su destino. Con mis dedos índice y pulgar abrí sus labios externos, dejando expuesto su clítoris. Lo frote con la palma de mi mano mientras mis dedos recorrían su raja que, aun bajo el agua, emitía ya jugos que lubricaban haciendo mas fácil mis movimientos. Con cada subida a su clítoris, tomaba el botón entre mis dedos y le daba apretones y pellizcos haciendo que su espalda se arqueara. Sus tetas salían del agua y su cuello quedaba aun más expuesto a mis besos, lengüetazos y chupetones. Luego, mis dedos bajaban hasta su agujero. Los introducía dos a la vez y, en movimientos circulares, causaban que mi esposa aumentara el volumen de sus gemidos al paso que su orgasmo llegaba.

  • Ahhhhh! Ahhhhh! Me corro, me corro! Ahhhhh! Que rico. No pares. Ahhhhh!

Su cuerpo se tenso por muchos segundos. Mis dedos quedaron atrapados en su panocha. Sentía como sus paredes se contraían con su orgasmo, apretándolos y aprisionándolos dentro de ella. Al llegar su orgasmo, apreté su pezón con mi mano izquierda, mandándola a la gloria.

  • Ayyyy! Que corrida. Ya te extrañaba. Ayyyy! Eres un cabron! Que placer! Ayyyy!

Por fin, su cuerpo quedo quieto. Su orgasmo había cesado y se encontraba en un estado de reposo total. Volteo su cara hacia mí y me beso al tiempo que me agradecía por llevarla al clímax.

  • Ahora te toca a ti. Déjame darte tu bienvenida.

Se hinco en la bañera. La espuma del jabón resbalaba por sus hombros y sus tetas. Me indico que me parara y así lo hice. Mi verga quedo a la altura de su cara y no tardo en tomarla entre sus manos. El hecho que mi verga estaba mojada y enjabonada facilitaba sus movimientos sobre ella. Movía sus manos en direcciones opuestas torciendo mi miembro. Su boca se acerco a este y le dio pequeños besos por toda la superficie; primero por la cabeza y luego a lo largo del palo.

Llego besando hasta mis huevos. Tomo uno de ellos entre sus labios y comenzó a chupar. Aumento el nivel de succión y esto me mandaba a las nubes. El placer que sentía era bastante. Subió de nuevo hasta llegar a la cabeza de mi verga y se la metió en la boca. Chupaba como nunca. Con su lengua hacia círculos sobre la cabeza y trataba de introducirla en el pequeño agujero.

Comenzó a bombear al tiempo que se comía toda mi verga. Sus manos masajeaban mis huevos mientras la cabeza de mi verga llegaba hasta su garganta. Mmmmmm Ahhhhh. Decía yo con cada chupetón que me regalaba. Acelero sus movimientos. Mi verga entraba y salía de su boca en forma extraordinaria. Ella hacia un sonido como Mmmmmm con cada embestida. Mamaba mi verga con ansias, como si fuera una paleta.

Con el ritmo que llevaba, yo solo quería venirme. Le anuncie que estaba cerca de mi corrida y ella solo acelero su mamada. Sus labios chocaban contra mi pubis. Los masajes sobre mis huevos seguían. No podía más. La tome de sus cabellos y le metí mi verga lo mas profundo posible. Ella aprovecho para meter un dedo en mi culo al tiempo que explotaba!

  • Ayyyy. Me corro! Aquí te voy mami. Comete mi leche!

Apretó mi verga con sus labios y se la metió hasta lo más profundo de su garganta mientras salía el primer chorro. Casi sin respirar, dejo que el segundo chorro también se estrellara contra su garganta. Tomo mi verga con su mano y el saco de su boca para así poder tragar la leche que estaba allí y, al mismo tiempo, poder respirar. Al hacer este movimiento, mi tercer chorro choco contra su mejilla izquierda. El cuarto fue a dar en sus tetas y los demás…no se, cerré mis ojos y disfrute del momento. Que corrida me había ocasionado. Hacia tiempo que no disfrutaba de una así.

Cuando abrí mis ojos de nuevo, ella seguía hincada. Me veía al tiempo que sus dedos limpiaban la leche de sus tetas y sus mejillas para luego llevarla a su boca. Su lengua limpiaba la leche de sus dedos.

  • Mmmmmm Que rica. Hace tiempo que quería probarla de nuevo. Te gusto tu regalo papi?
  • Vaya que si me gusto. Estas mas que motivada.

Me hinque junto a ella y la abrace al tiempo que nos fundíamos en un beso. Mis manos apretaban sus nalgas y la atraía más junto a mí. No podía esperar a ver que más pasaría en este regreso a casa.

SOBRE COMO ME COMI A MI MEDICA EN SU CONSULTORIO

Esta historia es real y por eso voy a tratar de relatarla tal como sucedieron los acontecimientos.

Hace un tiempo comencé con una molesta picazón y sarpullido en la pierna izquierda y por eso decidí hacerme ver en la guardia dermatológica de una clínica.

Estando allí, luego de los trámites de rigor en recepción del sexto piso, me quedé esperando en la sala a que llegara mi turno. De pronto veo que llaman a una mujer que estaba justo antes de mi, y veo salir a la médica que la convocaba.

Era una mujer rubia muy hermosa, con muy buenas curvas, de unos cuarenta y cinco años, pero muy bien conservada, evidentemente todo un culto a su profesión dermatológica, y lo que más me había llamado la atención, bajo su chaqueta blanca de médica llevaba una minifalda de cuero negro, medias negras y botas negras altas. Realmente no esperaba encontrarme con una médica así a quien mostrarle mi molesto sarpullido.

Mientras pasaba la chica y esperaba mi turno, pensaba si ese bombón sería la médica que me atendería a mi o finalmente aparecería el típico doctor anciano bigotudo. Transcurridos unos diez minutos veo salir a la paciente y escucho una voz de mujer que me convoca. Efectivamente era esa preciosa doctora convocándome.

Una vez en su consultorio me entero que su nombre es Romina y pude observar sus bellos ojos verdes, con pestañas delineadas, sus labios carnosos, pintados de rojo, su cabello rubio lacio, una piel tersa, marcada pero sin arrugas y sus uñas largas y pintadas de violeta. Su chaqueta blanca no dejaba ver demasiado, pero parecía tener unos buenos pechos bajo la misma.

El consultorio no era muy grande, pero tampoco pequeño. Un escritorio bien arreglado, varios diplomas, aparentemente de congresos de su especialidad, y por supuesto una camilla.

Apenas terminé de contarle mi molestia en la pierna, me pidió que le mostrara mi afección.

Me puse de pie al lado de la camilla, me desabroché el cinturón, abrí el cierre y comencé a bajarme el pantalón, no sin sentir un poco de vergüenza ante una mujer tan hermosa.

Ella, parada al lado mío, se inclinó un poco para ver mi muslo. Apenas vio el sarpullido notó que era una simple irritación que se iba a ir con una crema que me recetaría. Y fue en ese momento que recordó que tenía una muestra gratis en su escritorio, y me dijo que me quería mostrar como me la debía aplicar.

Así, mientras yo seguía parado junto a la camilla esperando escuchar sus indicaciones atino a querer subirme el pantalón que todavía tenía bajo por las rodillas, cuando Romina me dice que no, que esperara porque me quería mostrar ella misma como se aplicaba la pomada en cuestión.

Ahí se agachó un poco más frente a mi, se colocó un poco de crema en su mano izquierda con sus uñas pintadas y comenzó a esparcirla con ambas manos sobre la zona afectada en el muslo izquierdo. Solo sentir sus manos frotándome el muslo produjo inmediatamente el acto reflejo esperado en cualquier hombre que se precie de sí, y comencé a tener una erección.

Mientras Romina seguía colocando la pomada sin retirar la vista de mi pierna, me explicaba cuanta me debía poner y cuantas veces por día durante cuanto tiempo.

Ella, mostrando una gran simpatía, me preguntó que deportes practicaba para tener las piernas tan musculosas y deslizó un comentario respecto de lo velludas que eran, y que eso era una prueba de que debía tener mucha testosterona.

La conversación siguió hasta que mi erección se tornó indisimulable. Estaba totalmente al palo y mi tronco empujaba ostensiblemente mi slip de color gris hacia delante.

Cuando se dio cuenta de esta incómoda situación me miró pícaramente y me preguntó si allí también me picaba y si quería que me pasara crema en esa zona. Y fue entonces cuando todo comenzó.

Sorprendido por la pregunta, y encontrando una mirada distinta en sus ahora brillosos ojos verdes, le respondí que hiciera lo que a ella le pareciera, porque la médica era ella. Claramente se ve que Romina recibió mi respuesta como una luz verde a sus más bajos instintos, porque no tardó un segundo en tomar el elástico de mi slip y comenzar a deslizarlo hacia abajo. Me lo dejó por las rodillas, cerca de mi pantalón que ya estaba por el piso, y ahí sin ningún tapujo comenzó a frotarme la verga con el poco de crema que le quedaba en las manos con mucha dedicación y cuidado de no rasguñarme con sus largas uñas.

Increíblemente mi verga seguía creciendo mientras me la frotaba con sus dos manos, y el glande estaba tan rojo que parecía estar por explotar. En ese momento se arrodilló, me miró fijo y me preguntó si me había dado cuenta de que el ungüento no tenía olor, y que entonces ella iba a probar si tenía sabor. Automáticamente, tomo mi miembro firmemente con su mano derecha y se lo metió completo en su hermosa boquita. Lo saboreó unos segundos para luego sacarlo y jugar con su lengua alrededor de mi glande. A esa altura yo ya estaba por las nubes y la agarré fuertemente del pelo mientras la doctorcita comenzaba a gemir como una perra en celo y no se desprendía de su biberón que seguía chupando con fruición. Era una situación realmente increíble. Había ido por un sarpullido y estaba recibiendo una atención completa.

Entonces comenzó a masturbarme sacudiendo mi pija desde la cabeza hasta los huevos, para después seguir pasando sus carnosos labios gruesos sobre mi glande, y volver a abrir su boquita para tragársela nuevamente de un bocado metiéndosela hasta el fondo. En ese momento me abrazó y, con sus manos, tomó mis nalgas mientras su lengua hacía maravillas con mi pija que entraba y salía una y otra vez de su boca.

Después de frotarme el culo unos segundos, volvió a tomarme la verga y las bolas con las manos y, mientras la sacudía, me chupaba la cabecita pasándome su lengüita y raspándome con sus dientes. Era una fellattio realmente deliciosa, el éxtasis era total y trataba de contenerme para que mis gemidos no se escucharan en toda la clínica.

En medio de ese clímax brutal Romina se sacó mi verga de su boca para abrirse la chaqueta mostrándome brevemente su camisa negra que enseguida desabotonó para quitarse el corpiño, también negro y de encaje.

Así pude confirmar lo hermosos y redondos de sus pechos. Entonces, sin decir palabra, tomó nuevamente mi chota con su mano derecha y se la colocó en medio de sus pechos masturbándome con el bambolear de sus senos. Ese jueguito hermoso duró sólo unos segundos, hasta que nuevamente me clavó su mirada pícara y se dio vuelta dejándome allí. Por un instante no entendía nada, yo ahí parado con el pantalón y el calzoncillo por el piso con mi miembro a punto de explotar y ella con su camisa abierta y los pechos al aire buscando algo en su cartera. Entonces sacó de la misma un pequeño sobrecito conteniendo un condón.

Se arrodilló nuevamente ante mi, abrió el envoltorio con sus dientes y comenzó a desplegarme muy suavemente el condón en la verga, que seguía tan predispuesta como hacía unos segundos cuando hervía entre sus labios. La doctora no necesitó muchas palabras para explicarme que quería terminar esta consulta "como se debía" y entonces se dio vuelta dándome la espalda y apoyando sus manos sobre la camilla mirando a la pared.

Rápidamente, sin siquiera terminar de sacar su chaqueta, bajé el cierre de su minifalda de cuero y se la bajé hasta sus botas, para luego hacer lo mismo con sus medias y esa deliciosa tanga negra que me esperaba bajo la pollera. Al ver ese delicioso culito, sin una sola celulitis confirmé lo buena profesional que debía ser para tener una piel tan perfecta y me puse muy contento de haber elegido la guardia adecuada para curar mi afección… y otras cosas más.

Al tiempo que la aferré de sus caderas, la doctora se inclinó un poco más hacia adelante y abajo, hasta casi apoyar sus hermosos pechos en la camilla, para ofrecerme más cómodamente su hermoso chochito. Se veía como una conchita deliciosa, depilada lo justo y totalmente húmeda y lubricada para mi.

La tomé de las nalgas y se curvó un poco más para sacar su orto para arriba como dándome rienda libre a mis más bajos instintos, y mientras apretaba sus cachetes comencé a estimularle su orificio anal con mis pulgares. Romina comenzaba a gemir y ardía de excitación, su concha estaba muy roja y húmeda y su culito regordete era toda una invitación.

Coloqué mi pija justo a la altura de su hermoso orto y se la empecé a pasar por sus nalgas jugueteando con su culo y su conchita. La tomé de la cintura, tomé mi verga con mi mano derecha, le abrí los cantos y se la empecé a meter de a poquito en su conchita. Rápidamente sus labios vaginales le abrieron paso a mi glande, y se la metí hasta el fondo. Sentir como mi pija entraba en esa conchita fue uno de los placeres más grandes de mi vida.

Después la tomé de la cintura y ella comenzó a moverse frenéticamente, tanto que comenzó a mover y rechinar la camilla. Yo la seguía tomando de su cintura y con mis pulgares jugueteaba con su esfínter anal. Con cada movimiento Romina gemía más y más. A la vez que le apretaba las nalgas contra mi pija, ella se empujaba cada vez más hacia mí, como si quisiera que mi verga le llegara hasta la garganta. Mientras le seguía imponiendo el ritmo por atrás, entre cojida y cojida Romina parecía flotar en el aire y comenzó a sonar el teléfono del consultorio.

Sorprendido, me pidió que se lo pasara. Sin sacarle un segundo la pija de dentro suyo, estiré mi mano y le alcancé el tubo. El cable no llegó y el aparato cayó al piso al momento que la doctora respondió el llamado, y con la voz entrecortada y agitada le dijo a su interlocutora que "en este momento la estaban atendiendo a ella, y que cuando acabaran le avisaba". Entonces tiró el tubo y continuamos con nuestro zarandeo frenético.

El traqueteo era infernal y cuando ya no daba más mi verga explotó y comenzó a largarle toda la leche. Cuando la saqué, todavía chorreaba. Me recosté sobre ella y quedamos unos segundos los dos abrazados sobre la camilla, hasta que Romina se incorporó y comenzó a vestirse.

Finalmente, mientras me acercaba unas toallitas para que me limpiara, me dijo que la semana próxima me daba turno en su consultorio particular para continuar con el tratamiento.